Aunque hace ya bastante tiempo que lo hicimos (2010) he querido rescatar la crónica de este viaje. Fue un viaje en moto que recordaré siempre, mi primer viaje en moto, fue a los Pirineos, el primer viaje con Rosa, fue algo muy especial para mi.
Ésta es la historia de un viaje sin planificar, una cuenta
pendiente conmigo mismo que me llevó a hacer –por fin- un viajecito de los de
verdad en moto. Las circunstancias laborales mías y personales de Rosa no nos
permitieron preparar nada de este viaje. A la una de la madrugada antes de salir terminaba de rematar unos asuntos del trabajo, un rato antes Rosa había dejado a su hijo con el padre. Con el tiempo justo de que no nos
cerraran el decathlón compramos el saco de dormir y la esterilla para ella
(íbamos de cámping, la economía no permitía otra cosa, también echamos el
hornillo y los trastos para cocinar, así que muuuucho equipaje para las
maletas), después preparamos el equipaje, me dejé atrás lo de preparar un
papelito con algunas notas que debía haber tomado “con más tiempo”, como los
nombres y los teléfonos de los compañeros del foro VStrom-club que se ofrecieron para rodar junto a
nosotros o a ayudarnos si necesitábamos algo, se me quedaron en el tintero un
sinfín de cosas que debía haber hecho y no hice, pero lo único que estaba
previsto había que cumplirlo: salíamos el sábado 10 a las 6:00 am, el día 23 a
las 20:00 hay que estar de vuelta y no quiero perder ni una hora de las
vacaciones que tanto habíamos ansiado. También en las últimas horas del viernes
me vi tratando de terminar las maletas talla XXL que me fabriqué en aluminio,
colocándole las cerraduras, fijando de manera “provisionalmente definitiva
(para que aguanten el viaje)” el sistema de anclaje a los soportes de la moto,
etc…, a continuación había que probarlas, se me habían ido de la mano las
medidas y me salieron algo más grandes de lo inicialmente previsto, me daba
miedo de que rozaran en las curvas y no sabía si llevarme éstas o las keyless
que llevaba habitualmente. Para decidirme las llené de periódicos (bastante
peso), monté a Rosa y me metí en una rotonda limpia a acelerar hasta que rozara
algo, afortunadamente fue la estribera lo que tocó el suelo, nunca me había
alegrado tanto de escuchar ese “jjjjjjjjjj”, estaba decidido: nos llevábamos
las de aluminio recién terminadas. Continuamos con los preparativos y ultimando
cosillas del curro y al final nos dieron las 3:00 de la mañana en planta, manda
webos, y a las 5:00 hay que levantarse…, vamos a ir en muy buenas condiciones
para echar el día de viaje.
DÍA 1º: SÁBADO 10 DE JULIO. 921 Km
Tal y como estaba previsto, salimos a las 6:00 de la mañana
para tratar de dejarnos atrás Andalucía con “la fresquita”, salimos con el
tanque lleno y la moto a rebosar de equipaje (las dos maletas, el top case y la
sobredepósito), la verdad es que las prisas me impidieron ordenar bien el
equipaje y ocupaba demasiado, mañana por la mañana irá mejor preparado, lo
importante era salir a la hora prevista.
Como era de esperar, el sábado de madrugada había poco
tráfico, fuimos por autovía hasta Sevilla, Córdoba, y nos paramos a desayunar a
las tres horas de viaje justo en el límite de las provincias de Córdoba y Jaén.
Con el frescor de la noche viajamos hasta Sevilla más o menos, pudimos adivinar
una luna que apenas era un pequeño trazo en el oscuro cielo. Poco después
empezaba a clarear y al momento salía el sol justo frente a nosotros, un sol
enorme que rápidamente empezó a hacerse sentir.
Mientras desayunábamos llegó un paisano repartiendo
calabacines, así, sin más. Pero no cualesquiera calabacines, éstos tenían un
tamaño algo exagerado, incluso obsceno me atrevería a decir. Pues no sé muy
bien por qué, este señor miró a Rosa (que en ese momento estaba a mi espalda) y
le dio uno rápidamente (tal vez fue mejor no meditar sobre los motivos que le
llevaron a dárselo).
Continuamos nuestro camino por la N-IV hasta Manzanares,
donde abandonamos esta carretera para hacer la primera visita (La Solana),
donde ya empezamos a sufrir el calor que protagonizó esta jornada. La comida la
hicimos en las lagunas de Ruidera, con la idea de tomarnos de postre un
chapuzón, pero aquello estaba lleno de gente y al final tan sólo yo me di un
bañito porque el calor me podía. La siesta estuvo algo complicada, entre el
calor y las moscas consiguieron que no pudiéramos pegar ojo.
Una de las pocas cosas que pudimos planificar –aunque fuera
sólo amedias- era que haríamos noche en Valencia con motivo de una quedada que
hacían los miembros del Comando Levante del foro VStrom club para acompañar a
un par de compañeros que venían de visita desde Barcelona. Llegamos a Valencia
con muchísimo calor y buscamos el cámping por la zona de El Saler, no sabíamos
aún dónde ni cuándo sería la cena y a las 20:00 h, cuando llegamos al cámping y
nos instalamos entré en el foro y vi que justo a esa hora habían quedado, así
que nos duchamos rápido y salimos a buscar una colección de V Stroms por la
zona, pero no hubo suerte, tras una llamada a Pumuki, éste nos puso en la
dirección adecuada y llegamos a donde estaban todos. No puedo pasar por alto
comentar la gratísima impresión que nos quedó de todos los presentes en aquella
cena, no conocíamos a nadie pero nos sentimos como en casa;

no nombro a nadie
porque seguro que me dejo a alguien atrás y sería muy injusto. Como ya les he comentado
a ellos, son una banda de majarones, justo como a mi me gusta, nos reímos
muchísimo compartiendo mesa con ellos. Un saludo para el Comando Levante.
Después de cenar se organizaba la continuación de la fiesta en casa de uno de
ellos, pero después de dormir sólo dos horas y del calor que habíamos pasado
preferimos dejarlo para mejor ocasión y nos retiramos a nuestros aposentos.
DÍA2º. DOMINGO 11 DE JULIO. 575 Km
Nos levantamos a una hora prudente y salimos en dirección a
Barcelona por la costa evitando los peajes (es lo que tiene viajar tiesos),
también pasamos bastante calor y ya cerca de Barcelona llamamos a Enric13 (otro compañero del VStrom club) para
ver si echábamos un refresquito juntos, nos indicó un sitio para comer y
esperar fresquitos a que llegara él con Mamut (Jaume, con el que más adelante quedaríamos en Andorra). Poco después de terminar de
comer llegaron dos VStroms negras con dos VStromeros de negro un pelíiiiiin
acalorados, eran ellos. Después del saludo empezamos a hablar de los planes que
no llevábamos y algunos consejos sobre dónde ir, dónde alojarnos, qué hacer por
la zona, qué ruta seguir, etc… Enric nos aconsejó que paráramos en Tossa de
Mar, que nos alojáramos allí, que paseáramos por el pueblo, que cenáramos allí
y que no nos perdiéramos la carretera que lleva desde Tossa hasta Sant Feliú de
Guixols. También nos aconsejó la ruta que debíamos llevar hasta Tossa. Una vez
echado un rato de charla, Jaume tenía que salir hacia Andorra y partimos,

compartimos un rato de curvas con él y con Enric hasta Hostalric, donde nos
paramos a tomar un refresco y donde nos separamos. Desde allí continuamos
nosotros hasta Tossa de Mar, donde descartamos el primer cámping al que nos
asomamos porque tenía más pinta de
resort que de cámping, aquello era un complejo demasiado sofisticado y
con demasiada gente para lo que nosotros buscábamos, así que nos fuimos a otro
que estaba más cerca de Lloret de Mar, donde pasamos un par de noches.
Esta noche se jugaba la final del mundial de fútbol y
–después de todo- creo que estábamos en el mejor sitio para pasarla,
había muchísimmos extranjeros en el cámping y no se formó demasiado follón
cuando la selección española se proclamó campeona del mundo, así que fue una elección muy
acertada.
DIA 3º: LUNES 12 DE JULIO. 48 Km
El lunes habíamos pensado tomárnoslo sabático para descansar
un poco y disfrutar de alguna playa de la zona, nos fuimos a la cala de Santa
Cristina en Lloret de Mar, donde pasamos prácticamente todo el día. La playa
estaba muy bien,
no era como las que veríamos al día siguiente desde la
carretera pero nos dio un servicio estupendo. Ya por la tarde dejamos la playa
para ir a ver el pueblo de Tossa, Enric nos recomendó que no nos lo
perdiéramos. Así lo hicimos y nos alegramos mucho, la verdad es que el casco
antiguo del pueblo era un pasada, dentro de una fortificación, con calles
empedradas y unas vistas inmejorables de la cala de Tossa con todos los
barquitos amarrados repartidos por ella.
Nos dimos un paseo por la zona, a
patita, por supuesto, vimos algún monumento de piedra (como la estatua de Ava
Gardner)
y nos fuimos a cenar antes de irnos a dormir. Terminó así un día, o
mejor dicho, el día sabático del viaje.
DÍA 4º: MARTES 13 DE JULIO. 207 Km
En un principio pensábamos pasar el día entre la carretera,
la playa y algún pueblo, pero al final se quedó en el tintero lo de la playa y
casi casi lo de los pueblos. Cuando tomamos la carretera que une Tossa de Mar
con Sant Feliú de Guixols flipamos bastante y se nos planteaba un dilema:
disfrutamos de la carretera, de las vistas, hacemos fotos, nos paramos y bajamos
a cualquier cala… Después de parar un par de veces a hacer alguna fotillo de la
costa,


decidimos disfrutar de la carretera y tratar de no mirar mucho a la
derecha, para –cuando llegáramos a Sant Feliú- volver sobre nuestros pasos
hasta casi llegar a Tossa de nuevo, una vez aquí volvimos a tomar la carretera
para disfrutar de las vistas esta vez. Me hizo gracia que Rosa me comentara la primera vez que hicimos esta carretera que se le había hecho corta, no caí
entonces en decirle que de ahí en adelante íbamos a tener curvas hasta la
saciedad, pero bueno, allí que nos metimos de nuevo. Después de volver a recorrer este impresionante tramo de carretera continuamos nuestro camino
con alguna paradilla para buscar algo de sombra
y llegamos a Empuria Brava,
donde comimos y echamos una siestecita en un parque público, donde se estaba
fresquito una vez que nos quitamos los trajes de romano.
Cuando llegamos estábamos sólos pero cuando nos despertamos
había una pandilla de abueletes jugando a la petanca y varias familias repartidas
por el parque, y a Rosa que le daba corte de apalancarse allí… Nos dimos una
pequeña vuelta por el pueblo para ver los canales que la recorren y los
barquitos que aparcan en la puerta de casa. Enric y Jaume nos desaconsejaron
esta visita pero pensamos hacer una parada corta con la excusa de comer y ya
nos dimos la vueltecita por allí. Luego salimos para Cadaqués, visita que sí
llevábamos recomendada, teníamos la intenciónn de acampar allí pero el
cámping nos pareció bastante cutre (por
lo menos desde la entrada) y bastante caro, así que decidimos buscar otro sitio,
pero antes visitamos el Cap de Creus,
un paraje natural en el que vimos bajar
el sol bajo un viento que azotaba con fuerza enredándome los pelos a más no
poder.
Una vez visto el Cap de Creus nos paseamos un ratito también
por Cadaqués, ahora podemos dar fe de que es realmente un pueblo muy bonito,
unas calles muy pintorescas.
Nos llamó mucho la atención cuando íbamos entrando
en el pueblo la cantidad de pequeños scooters que había por allí, cuando
aparcamos y empezamos a pasear por las calles del pueblo entendimos el porqué,
son calles muy estrechas y con un trazado muy sinuoso, además el suelo
empedrado y con muchas cuestas hace que estos pequeños vehículos sean los
ideales para circular por el pueblo. Una vez “paseado” el pueblo de Cadaqués
empezamos a buscar un cámping en el camino que nos llevaría hasta Andorra.
Avanzando, avanzando, llegamos hasta un cámping que había cerca de Port de la
Selva, tenía buena pinta y se notaba en la tarifa que ya no era costero así que
nos metimos a pasar la noche. Nos preparamos algo para matar el hambre y nos
metimos en la tienda a dormir.
DIA 5º: MIÉRCOLES 14 DE JULIO. 220 km
Empezaba el día –creo- alrededor de las 6:00 de la mañana, y
digo “creo” porque estábamos en el séptimo cielo entre sueños cuando una banda
de borrachos llegó a su tienda (a cuatro metros de la nuestra), escuchamos dos
voces masculinas y una femenina, de poco sirvió que se les pidiera con
insistencia y contundencia que guardaran silencio, tardaron en callarse,
supongo que sucedió cuando la borrachera les venció. Nos preguntábamos cómo
podían meterse tres personas en una tienda tan pequeña como era aquella. Por la
mañana, cuando me desperté alrededor de las 8:30 h. me tomé mi revancha y me
puse a darles el coñazo todo lo que pude. Estuve dando voces junto a su tienda,
descojonándome de lo que fuera a buen volumen, golpeando los cacharros de
cocina entre sí, hablándoles a voces a ellos y preguntándoles todo tipo de
paridas. Resultó que no eran tres personas sino cuatro, y no dormían todos en
la tienda, dentro de ella sólo estaban dos personas y media, la otra persona y
media dormían fuera de la misma. Al final conseguí despertarles y que pusieran
cara de “coño, qué carajo dice el tío éste y por qué habla tan fuerte?”, ah, no
lo había dicho? Los cuatro chavales eran franceses y no me entendían
prácticamente nada. Más de uno pensará que estaría molestando Más de uno
pensará que estaría molestando al resto de inquilinos del cámping pero –en mi
defensa- diré que había un par de familias riéndose de lo que les estaba
haciendo e –incluso- me animaban a arrancar la moto junto a su tienda y
acelerar fuerte, cosa que habría hecho si no se hubieran despertado antes, lo
que estaba claro es que no me los iba a dejar allí durmiendo plácidamente.
Bueno, pues una vez me tomé mi revancha ya estábamos en
condiciones de volver a empezar el día de ruta, así que recogimos, empaquetamos
y volvimos a salir en dirección a Andorra. Para llegar al país vecino empleamos
un buen montón de horas, ya que fuimos muy tranquilos y disfrutando del
paisaje, que lo valía, además de visitar algún pueblecito por el camino o
incluso desviándonos un poco. Así, pasamos por Figueres sin pararnos, y cogimos
la N-260, que pasa por Castellfollit de la Roca, pueblecito encaramado en lo
alto de una roca, un enclave muy curioso y que ofrece unas vistas muy
interesantes.
Continuamos y nos desviamos hacia Camprodón, un pueblo que
alguien me recomendó hace muchos años y quisimos comprobar su belleza de
primera mano.

Al entrar a Camprodón encontramos un parquecito que nos
ofreció el lugar idóneo para comer y descansar un rato en las horas de más
calor, tenía una fuente riquísima y mucha sombra (chica siesta se pegó Er Mario
allí). Después de descansar un poco nos dimos el paseo por el pueblo, pero lo
hicimos rápido y en moto porque Jaume nos esperaba en Andorra y no queríamos
llegar muy tarde, no hay que abusar de la gente, verdad? Pues el paseíto por el
pueblo nos dejó ver que realmente es un sitio digno de visitar, tiene un puente
que nos gustó mucho, unos parques chulísimos y unas casitas que ya me gustaría
a mi… Ya que estábamos en Camprodón aprovechamos para subir a Set Cases (creo
que es Siete Casas en catalán) para dar la vuelta rápida también sin bajarnos
de la moto, un paseíto que también nos gustó mucho. Continuamos nuestro camino
hacia Andorra y en Ripoll pasamos uno de los peores momentos del viaje, resulta
que la salida del pueblo hacia nuestra dirección estaba cortada por obras y no
parecía que hubiera más sitio por donde pasar que aquel, el navegador me
mandaba una y otra vez al mismo sitio, para colmo había bastante tráfico y
pasamos un calor algo agobiante, también tienen semáforos que contribuían a
calentarme en todos los aspectos, bueno, en casi todos. Al final tuve que pasar
del navegador y hacerle caso a la intuición que tantas veces me ha ayudado para
darle esquinazo a la obra aquella y al finalmente pudimos salir del pueblo para
continuar el camino. El tramo siguiente nos llevó por la carretera que pasa por
la Collada de Toses,

un puerto de montaña de lo más divertido donde se nos
olvidó el ratillo que pasamos en Ripoll. Al bajar el puerto nos dirigimos hacia
Puigcerdá para evitar el peaje del túnel del Cadí, total, tampoco está mucho
más lejos y así vamos viendo el paisaje. Por aquí nos paró una parejita de
Mossos de Escuadra para pedirnos los papeles pero sin tocarnos mucho los witos,
se les enseñó la documentación y seguimos sin ningún problema. Llegamos hasta
La Seu d´Urgell y desde allí entramos en Andorra, donde ya nos había aleccionado
Jaume sobre el sitio en el que debíamos parar para llamarle y que viniera a
recogernos, así lo hicimos y en 5 minutos estábamos los tres echando las
primeras risas y contándonos las primeras batallitas. Fue entonces cuando nació
en mi el odio más visceral hacia este hombre de aspecto bonachón y servicial,
manda webos donde vive el joío, para llegar del valle a su casa tiene varias
paellas en las que afilar las estriberas, una subida digna de los mejores
puertos de montaña y unas vistas desde el balcón de su casa de las que yo me
tengo que hacer dos mil kilómetros para verlas un rato y volverme a casa. Como
ya le decía yo: “te tengo una envidia atroz, pero envidia de la mala, eh? De la
mala”. Desde estas vacaciones tengo aún más claro que Andorra es un sitio
envidiable para vivir, por si fuera poco, soy (o al menos, era) un gran
aficionado a los deportes de montaña y allí hay de eso para hartarse, no como
en Huelva.
Pero bueno, seguimos con lo que nos ocupa. Llegamos a su
casa y allí nos esperaba Mercè, su encantadora esposa, que nos recibió con una
amabilidad digna de unos familiares, como si nos conociera y fuéramos grandes
amigos de toda la vida. Pues sí, en casa de Mercè y Jaume paramos un par de
noches, saben como hacer que uno se sienta bien. Aquella noche nos llevaron a
cenar a un restaurante que había por allá en las alturas del país vecino
y nos
acostamos con la idea de que al día siguiente Jaume nos enseñaría el país…
DÍA 6º: JUEVES 15 DE JULIO. 206 km.
Nos levantamos cuando
se nos terminó el sueño, me hizo gracia que Rosa se levantara diciendo que se
había despertado varias veces, supuse yo que echaría de menos el suelo de la
tienda con el aislante de 2 cm de grosor. Cuando nos levantamos Mercé ya se
había marchado a trabajar y Jaume nos había preparado un desayuno digno de
reyes al que no supimos negarnos, cogimos fuerzas, bajamos a por las motos y
le quité las maletas a la mía, teníamos un día por delante verdaderamente
emocionante. Lo primero que hicimos fue una visita a la Casa-museo “Casa de
Rull”, donde se nos mostraba la forma de vida en Andorra hace años y la
transición a los modos actuales, una visita muy interesante, y lo dice uno al
que no le gustan los museos. Después de la visita cultural empezamos a ver y a
disfrutar de los paisajes, las carreteras y las curvas andorranas,



desde aquel día puedo
certificar que la paella no es valenciana, es andorrana, jamás había visto más
curvas de este tipo juntas, y eso que yo he visitado bastantes montañas. Jaume
nos llevó por unas carreteras de verdadero delirio, subimos y bajamos por yo no
sé cuántos puertos,
pasamos de un valle a otro, nos asomamos a Francia,
visitamos varias estaciones de esquí, tras una parada para comer continuamos
con las curvas andorranas. Creo que no sería capaz de volver a repetir yo sólo
la ruta que nos preparó Jaume, nos pegamos casi todo el día liados, ya al final
de la jornada Rosa se bajó de la moto (estaba cansadilla) y le dio un poco la
paliza a Mercè, parece que se entendieron bastante bien, mientras tanto Jaume y
yo nos dimos el último achuchón de moto subiendo a una estación de esquí
nórdico que hay por encima de su casa para echar una cervecita de machotes.
A
la vuelta cenamos en casa de Jaume y Mercé y nos fuimos a dormir con la idea de
salir al día siguiente hacia el Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de
Sant Maurici. Hoy ha sido un día que recordaré durante mucho tiempo, hemos
estado casi todo el día en la moto para hacer ¡200 km!, una maravilla.
DÍA 7º: VIERNES 16 DE JULIO. 120 km
Tal y como estaba previsto, nos levantamos (algo tarde) y
después de un desayuno como el de ayer volví a ponerle las maletas a la moto,
cargamos todo otra vez y salimos con Jaume en dirección al Parque Nacional de
Aigüestortes y Estany Sant Maurici, por el camino paramos en un mirador para
hacer alguna fotillo

y a media mañana ya estábamos en Sort, punto en el que
paramos a echar un refresquito y despedirnos de Jaume, estábamos tan a gusto
con él que no veíamos el momento de continuar nuestro camino del que –por otra
parte- nos quedaban pocos kilómetros por recorrer hoy, y es que Espot y Sort
están muy cerca. Pensando cómo arreglarnos para hacer una ruta caminando hasta
el Estany Sant Maurici pensábamos hacer dos noches en el mismo lugar para poder
dejar los equipos en la tienda y salir a andar ligeros de equipaje, pero vimos
que aún era temprano y teníamos tiempo de llegar al cámping, montar la tienda,
comer algo y hacer una rutilla cortita
para volver sin que nos sorprendiera la noche en la montaña. Así lo
hicimos,

después de comer algo rápido fuimos hasta el aparcamiento del parque y
echamos a andar, el camino, que discurre entre bosques, merece por sí sólo una visita. En un rincón
de esta ruta recuerdo que hice hace bastantes años una foto que el laboratorio fotográfico que me la reveló me la pidió para utilizarla en su catálogo,
el entorno es una
verdadera maravilla. Después de algo más de una hora llegábamos al Estany Sant
Maurici,
el punto que había elegido como destino para que –por lo menos- Rosa
viera una pequeña muestra de lo que hay allí, eché en falta el color que yo
recordaba en el agua del lago pero es que el día estaba algo nublado y no lucía
tanto como yo lo había visto en otras ocasiones. Era aún temprano y después de
hacer algunas fotillos allí decidimos continuar hacia arriba con el nuevo
destino del Estany Ratera,
al que llegamos también con tiempo de sobra para
emprender el camino de regreso por otro itinerario que nos llevaba a ver la
cascada de Ratera,
un verdadero spray que me puso chorreando en lo que tardó
Rosa en hacerme una foto, pero daba igual, incluso se agradecía el fresquito.
Continuamos bajando con la idea de rodear el Sant Maurici pero no encontré la
vereda que seguí hace años y finalmente opté por emprender el regreso al
aparcamiento tranquilamente. Se notaron los años de inactividad física y lo que
pesan los kilos pues llegué al cámping más cansado de lo que me esperaba,
incluso tuve que aguantar el choteo de Rosa.
Esa noche la cena me supo a gloria
y la “cama” me pareció hasta blandita.
DÍA 8º: SÁBADO 17 DE JULIO. 339 km.
Al levantarnos y recogerlo todo para meterlo en las maletas
(las 12.00 de la mañana, como siempre)
salimos hacia Viella por el Puerto de la
Bonaigua,
un puerto que yo recordaba que era una pasada, con unas curvas
interminables


y con una subida larga de verdad, íbamos sin tener muy claro aún
si bajar por el Valle de Arán o cruzar a Francia para hacernos unos cuantos
puertos míticos, puertos que a la mayoría les sonarán de escucharlos en las
retransmisiones del Tour de Francia. Pues bien, el gran puerto de la Bonaigua
me sorprendió cuando pensaba que estaba empezando la subida, habíamos llegado
arriba del todo, “¿ya está aquí el puerto?, ¿Qué ha pasado?, ¿esto ha sido
todo?”, no es que fuera un mal puerto, recuerdo que Rosa estuvo contando las
paellas durante la subida y creo que fueron 12, me parece que en todas las de
izquierdas mi avisador besó suavemente el asfalto pirenaico. ¿Qué había pasado
entonces? Estaba claro, después del día de excursión en Andorra ya nada sería
igual, aquel día marcó un antes y un después en mi vida motera, suena muy
drástico pero creo que es real. En fin, así son las cosas, nos hicimos unas
fotillos por allí y continuamos nuestro camino hacia Viella. Una vez que
llegamos decidimos poner la rueda delantera apuntando hacia Francia para
conocer aquellos puertos tan célebres. Así lo hicimos, nos dirigimos hacia
Bosost, donde nos aseguramos de no tener problemas para seguir nuestra ruta a
causa del Tour (pasaba por allí dos días después) y nos metimos en Francia,
empezamos con el puerto del Portillón, continuamos con el Col de Peyresourde, el Col d´Aspin, el Tourmalet,
el Col d´Aubisque, y volvimos a entrar a España por el puerto del Portalet. Fue
curioso que nada más salir de España se escondió el sol tras una niebla cada
vez más espesa que cubría las zonas altas despejándose o aclarándose por los
valles. No volvimos a ver el sol hasta que volvimos a entrar en España. Toda
nuestra ruta de los puertos franceses la hicimos con una niebla que –en
ocasiones- resultaba muy, pero que muy molesta.

Había veces en que la
visibilidad se reducía a unos 5 metros y el asfalto estaba muy mojado, tanto
como nuestra ropa cada vez que coronábamos un puerto.
Nos hicimos algunas fotos
por el simple capricho de hacerlas porque allí no se veía prácticamente nada,
pero al menos nos llevábamos el testimonio de nuestro paso por allí. Paramos a
comer en Bagnères de luchon, donde vi un monumento que despertó mi vocación
participativa.
Durante la comida coincidimos con un par de moteros españoles
que venían haciendo la ruta opuesta a la
nuestra y nos dijeron que el resto de puertos que íbamos a hacer estaban igual
que los que ya habíamos pasado. Pero bueno, ya que estábamos allí no nos
íbamos a dar la vuelta, así que continuamos el camino hacia el Col de
Peyresurde, donde creo que ni paramos porque no se veía nada de nada, el
siguiente puerto fue el Col d´Aspin, donde sí hicimos una pequeña parada para
retratar el lugar y el momento, por fugaz y escondido que fuera, se veía más bien
poco, como se puede apreciar en la foto.
Más adelante paramos en el Tourmalet,
que encontré como una
auténtica feria, aquello es un punto de reunión para los turistas, mucha gente
sube y se hace la foto (como nosotros), hay tiendas de souvenirs y muchas
motos, me llamó la atención ver dos goldwings transportando bicicletas, una de
ellas (la 1800) llevaba un remolque y la bicicleta plegada sobre la lanza,
la
otra (una 1500) la llevaba fijada a su parte trasera. Continuamos nuestro
camino entre la niebla y con la carretera empapada hasta la siguiente parada en
el Col d´Aubisque,
en este tramo tuvimos que esperar a que un señor rebaño de
ovejas terminara de cruzar la carretera,
por lo menos eran ovejas, no caballos
ni vacas –como en otras ocasiones-,
que eran las que no le terminaban de gustar a
Rosa. Después del Col d´Aubisque llegaba el puerto de Portalet, ya en la
frontera con España, por donde entramos y vimos de nuevo el sol, que ya se
mantuvo a nuestra espalda hasta su puesta.
Por los puertos franceses por los
que pasaría el Tour dos días después vimos creo que miles de autocaravanas
esperando el paso de los ciclistas, tiene que gustarles mucho. Poco después de
entrar en España nos paramos en el párking de la estación de esquí de Formigal
para dar la bienvenida al sol, o –mejor dicho- para que éste no la diera a
nosotros.
Seguimos nuestro camino para llegar a dormir a Torla, en la entrada
al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Ya en el último tramo pasamos
junto al embalse y al pueblo de Lanuza, población que estuvo abandonada y que
hoy en día ha vuelto a renacer,
aquí se celebra cada año el festival de música
“Pirineos Sur”, pero ni nos paramos, íbamos cansados los dos y con ganas de
irnos a dormir después de una buena duchita. Llegamos al cámping que hay pasado
Torla, montamos, nos duchamos, cenamos y nos fuimos al sobre sin muchas más
fiestas, que el cuerpo ya pedía una parada en boxes.
DÍA 9º: DOMINGO 18 DE JULIO. 5 km
Estando donde estábamos no podíamos marcharnos de allí sin
dar una vuelta a pie por la zona, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
es otro de esos lugares en los que me gustaría que se detuviera el tiempo. El
amanecer nos regaló una vista impresionante de la entrada al valle, ocasión que
no pude desaprovechar para tomar algunas fotografías.
Tal y como habíamos previsto, pasaríamos dos noches aquí y
hoy nos dedicamos a caminar, hicimos la ruta que recorre el valle de Ordesa
junto al río Araza hasta llegar a la cabecera en la cascada de la Cola de
Caballo. Por el camino visitamos un montón de rincones, a cual más bonito y con
más encanto, muchas cascadas, bosques, rocas y todo tipo de paisajes que me
engatusan cada vez que paso por aquí.

Por destacar algo nombraría la vista del Tozal de Mayo a la
entrada del valle, las Gradas de Soaso, el hayedo y la Cola de Caballo, el
barranco de Cotatuero y los impresionantes paredones del Gallinero.
Personalmente me gusta más hacer la ruta de los cazadores, que discurre por uno
de los flancos del valle a una altura que permite la visión de todo el valle en
todo momento, mientras que por debajo no vemos nada más que lo que nos queda
cerca, ya que vamos caminando por dentro del bosque. Sin embargo, mi baja forma
física y la compañía de Rosa me desaconsejaron esta ruta, que empieza con dos
horas (estando en forma) de subida muy pronunciada hasta llegar a la altura por
la que continúa el resto de la ruta. A lo largo de nuestro camino a pie nos
paramos un montón de veces para observar de cerca algún rincón o algún detalle,
o para hacer fotos. Hacía calor este día y con las cuestecitas que teníamos que
subir agradecimos mucho las dos fuentes de agua fresca que encontramos en
nuestro camino, así como los sitios en los que nos acercamos al río para
refrescarnos.



Para la comida encontramos un rincón bien bonito cerca de
una cascada con una poza,
el sitio invitaba a quedarse el resto del día pero
teníamos aún mucho por ver. Este día nos regaló unas panorámicas de verdadero
vicio, un auténtico lujo para los sentidos.
En la parte alta del valle se acababa el bosque y la ruta
trascurría por un terreno más despejado.
Aproveché para cultivar mis relaciones sociales.
Ya en la
cola de caballo, en la cabecera del valle de Ordesa.
Mira que me gusta mojarme,
eh?
Los últimos minutos del descenso se hicieron algo largos
para ambos, tal vez un poco más para mi, que llevaba ya una ampolla reventada
en un pie, y es que iba estrenando calzado. Al llegar a la pradera tomamos el
autobús que nos llevaría de nuevo a Torla para coger la moto y volver al
cámping, aquella noche también dormiríamos muy bien.
DÍA 10º: LUNES 19 DE JULIO. 506 km
Este día lo empleamos en cambiar de escenario, le ofrecí a
rosa la opción de elegir entre el Pirineo Navarro o Picos de Europa y ella
prefirió ir a visitar la segunda opción. Nos levantamos, nos hicimos la foto
que tenía en mente
y arrancamos con aquel rumbo, echamos prácticamente todo el
día en el camino, entre autovías y carreteras secundarias sin demasiado
interés. Pasamos mucho calor durante casi todo el día. Pensé dormir en
Comillas, una población costera de Cantabria en la que conocía un cámping, no
era muy bueno (de hecho, no nos gustó nada) pero estaba localizado y así no nos
metíamos en la montaña con el atardecer cerca para buscar un sitio donde pasar
la noche.
DÍA 11º: MARTES 20 DE JULIO. 167 km
Nos levantamos algo más temprano de lo habitual y fuimos a
Comillas (el cámping está a la entrada del pueblo) a comprar algo de comer,
desayunamos, nos hicimos unas fotos con el Cantábrico de fondo
y nos fuimos a
recoger los trastos para meternos en la montaña. Paramos a hacer una rápida visita sorpresa a la familia de Lidia, una novia que tuve hace tiempo y que es de aquí al lado. Me trataron muy bien siempre que estuve por aquí y merecían una parada, sólo encontramos al padre y a su hermana, pero la visita nos dio para echar unas risas.
Antes de salir me hice una
foto en un pueblo que se llama Sierra, como mi segundo apellido.
Desde la costa se veía una climatología algo complicada por
la parte alta, estaba todo cubierto por el interior y no se veía ninguna
cumbre.
Rosa me preguntaba si estaría así la zona a la que íbamos a ir, a lo
que tuve que responderle que era allí a donde nos dirigíamos. Como mínimo
encontraríamos una espesa niebla, a no ser que cambiara en el rato que
tardaríamos en llegar, también se veía que llovía algo por la zona, así que
sólo podíamos cruzar los dedos y zumbar para arriba. Por el camino pasamos por
un pueblo en el que también me tuve que hacer una foto: “La Hermida”, mi primer
apellido.
La subida hasta Fuente Dé nos dice que finalmente tendremos buen tiempo
por allí,
pasamos por Potes sin que tuviéramos muchos inconvenientes con el
tiempo, la lluvia nos respetó, incluso tuvimos calor en Fuente Dé. Aquello
parecía una romería, estaba lleno de turistas, el teleférico era carísimo y
había que esperar mucho para subir, así que lo desestimamos. Buscamos una
sombra para comer y –después de recuperar fuerzas- salimos en dirección a Caín,
otro de los puntos a los que pensaba llegar. De vuelta nos paramos en Potes,
donde nos dimos un paseo y nos sentamos en una terraza a tomarnos un café (la
única vez en todas las vacaciones). El acceso a Caín es algo complicado, una
carretera muy estrecha nos obligaba a parar varias veces al toparnos con coches
que venían de frente para que uno de los dos se apartara, no se podían cruzar
dos motos con maletas por aquel tramo pero las vistas merecían la pena.
Recuerdo que Rosa apretaba las piernas contra mi cuando nos
cruzábamos con alguien en este tramo. Tras un recorrido por una tortuosa
carretera
Llegamos a Caín, donde tan sólo nos detuvimos el tiempo
justo para hacer las dos o tres fotillos de rigor al río Cares.
Continuamos con nuestro periplo y nos paramos en un mirador
cuyo nombre no recuerdo, donde hicimos también algunas fotos
y marcharnos para
buscar el cámping que pensábamos que había en la Posada de Valdeón, aquí
fotografiamos uno de los muchos hórreos que nos encontramos por la zona.
Nos dijeron que el cámping estaba en Santa Marina de
Valdeón, el pueblo que atravesamos antes por aquella carretera tan estrecha.
Como no había más opción que esa o buscar otro cámping que estuviera
vetetuasaberdonde por la carretera de Riaño (mucho mejor) optamos por
retroceder los 4-5 km hasta Santa Marina. En este cámping pagamos la toma de
luz y llenamos la base de enchufes con todos nuestros aparatos eléctricos,
cargamos todo lo cargable (intercomunicadores, teléfonos, baterías para las cámaras de fotos y portátil). Las duchas fueron particularmente apreciadas por
Rosa, por primera vez en las vacaciones podía coger la manguera con su
“teléfono” como en casa, y tenían un grifo que abríamos, regulábamos y
cerrábamos a nuestro gusto. Esa noche fue bastante fresca y húmeda.
DÍA 12º: MIÉRCOLES 21 DE JULIO. 428 km
Después de pasar la noche más fría hasta el momento, al
abrir la tienda me encontré con una espesa niebla y una débil lluvia de estas
“calabobos” que no parecía que fuera a parar próximamente, sin embargo no hacía
nada de frío. Recogimos todo y fuimos guardando todo el equipo en las maletas de
diferente manera a causa de la lluvia (lo último el sobretecho de la tienda),
“plastificamos” los aislantes y la sobredepósito pero no hace nada de frío y
opto por no ponerme el traje de agua.
Una vez listos arrancamos para visitar
Covadonga, yo recordaba una carretera muy larga desde Cangas de Onís y muy
revirada, por poco acierto, era corta y no cabían muchas curvas… Visitamos el
Santuario
y decidimos subir a los lagos a pesar de que la niebla ocultaba mucho
la carretera y la lluvia tenía todo el firme muy mojado. Cabía la posibilidad
de que llegáramos a los lagos y no los viéramos pero había que intentarlo, ya
que estábamos ahí… Al salir no llovía mucho pero poco a poco empezó a apretar,
no nos habíamos puesto los trajes de agua pero por aquella carretera cualquiera
encuentra un rincón en el que pararse para ponérselos. Continuamos nuestro
camino con la esperanza de que escampara o –por lo menos- aflojara la lluvia,
pero no fue así, en lo que llegamos a los lagos, nos hicimos dos fotos

y
bajamos ya llevábamos la ropa completamente empapada, menos mal que los forros
y todo eso nos mantenía a nosotros secos. Ya por debajo del Santuario pensamos
en pararnos en un restaurante para comernos un menú con la excusa de secarnos
un poco la ropa, y así lo hicimos. Nos metimos en un restaurante en el que me
comí un “pote asturiano” que recordaré mucho tiempo, me pusieron una olla de la
que salieron tres platos hondos,
los tres que me comí antes de atacar al
codillo que me pedí de segundo. El arroz tres delicias que se pidió Rosa no le
llegó ni a la altura de los tobillos a mi pote… Cuando terminamos de comer
teníamos un charco de agua alrededor nuestro que evidenció la mojada que
habíamos pillado. Después de comer nos salimos a la terraza a pensar lo que hacíamos a continuación.
Decidimos ir tirando hacia el sur para ir acercándonos a casa y salimos de camino a Riaño,
en cuyo pantano
hicimos también una parada para continuar bajando hasta Zamora, donde pasamos
la noche.
DÍA 13º: JUEVES 22 DE JULIO. 466 km
Hoy dedicaríamos el día a continuar bajando de camino a
Huelva haciendo una parada por la zona del norte de Cáceres (La Vera y el Valle
del Jerte). El primer tramo de camino, por Zamora no nos gustó nada, nos
resultó muy monótono y los pueblos que atravesamos no parecían tener ningún interés
así que apretamos el ritmo para salir pronto de allí y llegar cuanto antes a la
provincia de Ávila, donde ya los paisajes eran más agraciados. Llegamos a
Plasencia por autovía con la intención de subir de nuevo por la Vera hasta
Arenas de san Pedro, cambiar de valle acercándonos hasta el Barco de Ávila y
bajar otra vez hasta Plasencia por el Valle del Jerte. En Plasencia encontramos
obras en la salida hacia la Vera y un denso tráfico muy ralentizado nos hizo
pasar bastante calor. Finalmente pudimos salir y continuamos hasta la hora de comer, para lo que nos instalamos en el lago de Jaraiz de la Vera, un regalo para unos cuerpos tan
acalorados. Cuando me fui a poner la moto a la sombra a Rosa se le ocurrió decirme que parecía un streeper (no hay duda de que me mira
con muy buenos ojos).

Comimos y nos dimos un bañito que nos supo a gloria, seguida
de una siesta más larga de lo previsto… Al volver a retomar el camino
continuamos sin parar (lástima de pueblos que no visitamos) hasta Arenas de San
Pedro, un final de tramo muy bonito entre árboles. Nuestra ruta nos llevó a
encaminarnos hacia el Barco de Ávila, a donde llegamos con poca gasolina y con
Rosa muy dolorida por las horas de moto que llevábamos, así que cuando nos
dijeron que el cámping más cercano estaba en Hoyos del Espino (unos 35 km hacia
atrás) ella prefirió retroceder antes de continuar hasta Plasencia, que era la
intención original. Así lo hicimos, tengo cierto interés en mantenerla contenta
y en no castigarla en exceso para que no aborrezca la moto, de manera que
volvimos hasta Hoyos del Espino, donde cogimos la carretera que va hacia la
Plataforma de Gredos hasta llegar al cámping. Esta noche fue Rosa la encargada
de montar la tienda y se dio cuenta de lo diferente que es montarla de ver como
se monta, lo que se ve fácil cuando lo hace otro cambia radicalmente y fue toda
una experiencia, y muy divertida a pesar de que estaba realmente cansada y
deseando ducharse y descansar, pero bueno, finalmente lo consiguió y lo celebró
así.

He de decir que la tienda aguantó toda la noche. Ésta de
Gredos fue la noche más fría de todas las vacaciones, me acosté vestido y con
el cortavientos y no me sobró nada. Este cámping, el más salvaje de todos los
que hemos visitado y el más barato, fue tal vez mi preferido en lo que se
refiere al entorno, aunque no tanto por los servicios.
DÍA 14º: VIERNES 23 DE JULIO. 552 km
Al levantarnos nos acercamos a la zona desde la que
saldríamos a andar si fuéramos a caminar hoy también, es el punto de partida de
muchas actividades montañeras que atacan al macizo central de esta formación
montañosa, nos hicimos unas fotillos
y volvimos sobre nuestras huellas. Vimos
que “superMark Knopfler” tocaba el fin de semana que viene en Hoyos del Espino,
lástima que no fuera este finde, me encanta este virtuoso de la guitarra.
Llegamos hasta el Barco de Ávila de nuevo y tomamos la carretera que lleva al
puerto de Tornavacas (que no parece un puerto cuando se viaja hacia el sur) y a
su mirador del Valle del Jerte, allí nos paramos un rato antes de bajar.
En Jerte compramos unas cerezas para el postre y comimos en
la gargante del infierno,
un infierno nos pareció la cantidad de bichitos que
se nos subían por todas partes, eran como unas pequeñas arañitas rojas que lo llenaban todo, cuando nos dimos cuenta teníamos la ropa de cordura
llena de ellas comiéndose los bichitos estampados. Después de comer y ya
resignados a llegar a casa volvimos a emprender la marcha. Hicimos un par de
paradas para repostar, refrescarnos y estirar un poco las piernas, en una de
ellas había una cristalera con espejos que inspiró a Rosa una idea, alguien adivina
cual?
Continuamos el camino para hacer los úlimos kilómetros de
estas vacaciones, nos despedimos de nuestros compañeros de viaje por última vez
y finalmente llegábamos a Huelva alrededor de las 21:00 h.
cansados pero
contentos de haber disfrutado de unas vacaciones sin incidentes de ningún tipo.
CONCLUSIÓN: TOTAL 4760 km.
A lo largo de estas dos semanas hemos podido disfrutar de
todo lo imaginable, amigos, moto, carreteras, paisajes, excursiones, vivencias,
etc… Destacaría –de todas formas- la experiencia de mi primer viaje en
condiciones en moto y el hecho de que me acompañara Rosa. Yo me tengo por “un
motero rudo y curtido” –como decía el amigo Too Fast Juanito- y supuse que no
tendría problemas en meterme este viaje entre pecho y espalda, pero Rosa es muy
nueva en todo esto, no sabía como me respondería y sin embargo ha dado la
talla, y con nota. Éste ha sido nuestro primer viaje juntos, nuestras primeras
vacaciones en moto, no sabía como resultaría pero hoy volvería a salir de viaje
con ella con los ojos cerrados.
Quiero agradecer a cuantos me ofrecieron su colaboración,
muchos de los cuales no han recibido mi llamada, quiero agradecer al Comando
Levante su gran acogida en Valencia, quiero agradecer al cielo el buen tiempo
que hemos tenido, quiero agradecer al norte de España por ser tan bonito como
es y quiero agradecer a todos los que me deben dinero por haberme obligado a ir
“de tieso”, no sé si hubiera sido mejor yendo con dinero de sobra.
En definitiva, a mi me ha encantado este viaje, y a ti? Me he dejado algo interesante en el tintero? Me ha sobrado algo?